Todos tenemos una vida más allá de la oficina. Todos somos seres humanos con deseos, anhelos, amigos…y diligencias que hacer. Vueltas, diligencias, ocupaciones, mandados…llámelos como quiera; pero todos, todos, tenemos que hacer las temidas vueltas.
Gracias a Dios (y a Internet) ya es posible hacer vueltas sin dejar el escritorio; de lo cual tomo toda la ventaja posible. Como alguna vez le dije, lo único que no se hace por Internet en la casa es el mercado; y únicamente porque no me gusta que me escojan los tomates. Pero de todos modos, hay vueltas que tienen que hacerse personalmente. ¿Qué pasa entonces cuando éstas son en semana, impostergables y personales?
…pues que hay que ser flexibles. Ante todo, somos personas. Tenemos una vida, que queremos (la mayoría) que vaya sobre ruedas, y que es necesario gestionar para que así sea. Sobre todo en estos tiempos en los que (la mayoría) no tiene quién le ayude a hacer vueltas y gestiones varias y la vida toma a veces un ritmo frenético.
Personalmente, trato de hacer la mayor cantidad de diligencias posibles por Internet; mover citas para los alrededores de la hora de almuerzo, entrada o salida de la oficina; o (incluso, aunque es la opción que menos me gusta) los sábados por la mañana. Y con respecto a aquellas diligencias que –definitivamente- no puedo mover, procuro informar en mi oficina con la mayor antelación posible y mover mi agenda de forma tal que el impacto sobre mis jefes y compañeros sea mínimo.
Un adecuado balance entre conciencia, planeación y flexibilidad proporciona la mejor ayuda posible y los mejores resultados para todos.
Muy de acuerdo! No hay nada más fastidioso que un empleado que no sabe equilibrar sus diligencias personales con su trabajo.