Sí; he estado leyendo cositas además de las del RetoLector. Y, como este año celebramos nuestro Bicentenario, no quería quedarme sin leer nada al respecto. Por eso, no dudé en llevarme del Éxito esta trilogía acerca de la formación de la República de Colombia escrita por Mauricio Vargas, uno de los periodistas más reconocidos del país.
Y ya llevo el primero de los libros, titulado como la entrada; y dedicado al Héroe de Ayacucho, el Mariscal Antonio José de Sucre.
Amigo personal y pupilo de Bolívar, casado con una marquesa quiteña, en su corta vida padeció en primera persona el azaroso Juego de Tronos en que consistió la creación política y social de lo que hoy se conoce como países andinos: toda una construcción de nacionalidad a varias manos, donde también entraron a jugar intrigas, riquezas, poder, sexo, escándalos y vanidades personales; que se confundían con necesidades nacionales.
Me gustó mucho que en el libro salieran a relucir personajes de la historia nacional que son poco conocidos o estudiados, como José María Córdova, de quien aprendí su importancia histórica y su relevancia dentro del Ejército libertador, especialmente en la Batalla de Ayacucho. O que se narraran los principios de personajes como Alcántara Herrán, José María Obando o Tomás Cipriano de Mosquera, jóvenes en aquel entonces que hicieron sus primeros pinitos en las postrimerías de los tiempos de Bolívar; pero que se convirtieron en políticos y militares relevantes en las décadas siguientes, plagadas de conflictos políticos y militares.
Aunque a veces la narrativa se me hizo un poco pesada -Vargas a veces se alarga mucho en las escenas de guerra o las descripciones de paisajes- el libro cumple con el objetivo de retratar, tal cual, la vida aventurera de A.J. de Sucre: sus campañas, triunfos, temores, amores (que no fueron pocos), celos y tragedia; ya que, como si fuera una ópera, éste abre dejando clara la tragedia que se abate sobre el protagonista: el Mariscal sabe que está condenado a morir de forma traicionera, en un último acto al que no le va a sacar el cuerpo. Y así comenzamos a leer el Bicentenario.
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