Nuestro regalo corporativo de Navidad este año fue un juego de cafetera. Mismo que fue recibido con completa unanimidad por parte de los destinatarios: todos aman el café, nos dijeron. A todos les encantan las cafeteras, y cómo hacerlo, para que quede mejor y sepa “bueno, hasta la última gota” como dice un popular slogan de (adivínenlo) una marca de café aquí.
Esta felicidad colectiva me recordó que el Gremio es netamente cafeinómano, sin importar la latitud desde la cual despache (porque algunos de nuestros regalos fueron internacionales) o la edad de los destinatarios; la cual, para este ejercicio, varió entre Millennials y Baby boomers de diferentes rangos de escolaridad y poder adquisitivo.
Todos contentos, todos agradecidos; y, para la muestra, los correos electrónicos que llegaron a mi bandeja de entrada donde agradecían el detalle y lo mucho que les gustaba el café…porque parece ser que por aquí la influencia del té / té verde / matcha no ha llegado (o no ha querido ser recibida), pues las personas se muestran escépticas.
Ninguno de los correos que recibí obvió decir que les gustaba el café; porque el café es combustible y todos, de alguna manera, lo necesitamos para mantener nuestro ritmo de trabajo; ya sean noches en la Banca de Inversión; días de exigentes reuniones con clientes; la preparación de un complejo presupuesto que abarca varias entidades y jurisdicciones…contratos de fusiones o adquisiciones internacionales, reportes de auditorías, giros internacionales…
Nombre el que quiera; todos ellos cumplen estos requisitos comunes: involucran mucho dinero, involucran varias partes o jurisdicciones, el porcentaje de error debe ser tangencialmente igual a cero y todo debe quedar ajustado con la precisión de un reloj suizo. Por eso, mejor tener los sentidos agudizados por una buena taza de excelente café.