Sólo necesité una noche para leer este libro.
Provocador, visceral; muy íntimo.
De esos que son cortos pero que dejan pensando mucho; por la cantidad de cuestionamientos que despiertan los recuerdos que comparte la autora y que, en últimas, representan la infancia y adolescencia de muchas mujeres (entre las que me incluyo) en un país tan conservador y tan asfixiantemente católico como es Colombia: la dicotomía entre lo que te pide la sociedad y lo que sientes (o ves), o entre lo que te enseñan y vives en la sociedad, que es suficiente material como para un conflicto de identidad.
Porque esa sociedad y esa moral que la Rubia circunscribe a Manizales, su ciudad natal, no es exclusiva; en Medellín también la conocemos bastante. Y seguramente, debe existir también en el resto del país; sólo que no sabemos. Yo crecí con ella; y he visto de primera mano cómo afecta las vidas de personas cercanas a mí casi desde la primera infancia.
El libro es tremendamente claro con el uso del lenguaje, de las imágenes y recursos literarios; y de la diagramación y tintas en el texto (un lenguaje en sí mismo), lo que disfruté muchísimo y que refuerza el mensaje y los momentos, a gusto de la autora; y que, al mismo tiempo, favorece la reflexión.
Reflexionar, cuestionar y leer con sentido crítico la realidad; a veces puede partir el corazón, pero siempre es necesario.
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