
Damas y caballeros, he aquí un libro al que no le tenía fe. Mi novio me había prestado su ejemplar hace meses; y, como yo amo taaaaanto la autoayuda (o lo que en mi ignorancia creí que era), pues decidí tomarme mi tiempo para leerlo.
Rodri me preguntaba y yo le respondía con evasivas. Hasta que un día, me senté y lo leí en serio.
Y BOOOOOOOOM!!
Mi cabeza estalló. Y entonces, pasó esto:
Sí, señores. Tengo un ejemplar. Porque es tan bueno, que necesitaba tener el mío propio, que ya empecé a llenar de anotaciones y de separadores; pues hay apuntes realmente valiosos.
Porque Dispenza no se dedica a mostrarte cómo está mal lo que haces, ni mucho menos. El autor no establece juicios ni se sitúa sobre un pedestal de superioridad moral.
Lo que hace es explicar, de una manera científica pero usando lenguaje sencillo (lo que lo hace un buen divulgador), la relación entre los pensamientos, el cuerpo y la realidad; y cómo la meditación es ese puente que une los tres territorios y permite restablecer los patrones neutronales y neuroendocrinos que no sólo mejoran nuestra calidad de vida, sino el propio constructor de nuestra realidad.
Yo era una antes de leer este libro; y soy otra después de haberlo leído. Lo recomiendo muy calurosamente, y les comparto algunas frases valiosas que encontré (y que tomé de mi ejemplar) para que vean de primera mano la profundidad de los planteamientos.
P. S. He estado haciendo las meditaciones de este libro y son cosa de otro mundo. Más que recomendadas!